DECÁLOGO DEL JUEZ
Seamos conscientes que como jueces se nos ha encomendado la función más elevada a la que un ser humano puede aspirar: juzgar a las personas. Se nos ha confiado, pues, su vida, su libertad, su honor, su tranquilidad y su patrimonio. Por tanto debemos actualizar y profundizar permanentemente nuestros conocimientos.
Nuestra conducta debe ser ejemplar. La sociedad espera un óptimo servicio de justicia y debemos ejercer el cargo con dignidad.
No juzguemos desde nuestra moral, nuestras costumbres o nuestra forma de vida. Preservemos las que todos admiten para vivir y seguir viviendo en sociedad.
No abdiquemos de nuestra función ante el poder, la popularidad, la autoridad. Busquemos nuestra legitimidad en la justicia, probidad y el respeto a los demás.
No permitamos que factores sociales, económicos, políticos o de amistad nos aparten de la verdad y de la justicia. Quienes sucumben ante ellos desmerecen el cargo.
No dejemos que la pasión ciegue nuestra objetividad y razón, pues nuestros errores no tendrán remedio en la conciencia de los justiciables.
Pensemos que nos debemos al justiciable y no el justiciable a nosotros. En el viven nuestros hijos, nuestro cónyuge, nuestros hermanos y nuestros padres.
No seamos soberbios sino tolerantes con las ideas ajenas: Respetemos al justiciable, al abogado, al servidor judicial, a los magistrados de distinta jerarquía y a las demás personas.
Busquemos siempre la justicia mediante la imparcialidad, independencia, legalidad, lealtad, probidad, veracidad y equidad, utilizando las herramientas de nuestra conciencia, moral, diligencia, decoro y de nuestro sentido común.
Procuremos la paz y la justicia como el mayor de los triunfos. Seamos conscientes de que el impacto de nuestras decisiones trasciende el caso concreto.
Decálogo del Juez
Ser moral: La augusta majestad de la moral debe ser norma constante del juez; porque sin la aplicación de sus más elementales principios éticos, su delicada función social pierde su esencia, fundamentada en la equidad y la justicia.
Ser Discreto: Callar lo que le dice su conciencia, lo que ve y sabe, respecto de la dignidad de los demás, es el deber ineludible a la función de un juez.
Ser Incorruptible: La conducta de un Juez en su vida pública como en su vida privada, debe desenvolverse de espaldas a los vicios, y a la corrupción evitando que su más sencilla actuación, infrinja la ley y manche su decoro.
Ser Probo: La rectitud de ánimo, la integridad y honradez en el actuar, son cualidades de la hombría de bien que deben primar en un juez.
Ser Pulcro: Entre los atributos que realzan la personalidad de un juez debe existir el de la pulcritud, que consiste en el buen trato para las personas y las cosas, la delicadeza, extremado esmero en la conducta, acción y el hablar, y, en el del aseo personal.
Ser Culto: Una de las cualidades más sobresalientes para un juez es haberse afinado en los conocimientos, ejercitando sus facultades intelectuales, para ser más comprensivo y ajustado en sus sentencias.
Ser Paciente: Sin sufrir y soportar las adversidades y trabajos sin perturbación del ánimo es de ser paciente, un juez, debe serlo, porque con ello templará su espíritu sin caer en la tortura del remordimiento.
Ser Independiente: La autonomía de un juez representa la condición más eficaz para mantener inviolable la potestad de
Ser Recto: La firmaza de carácter, la verticalidad en sus actos y los elevados perfiles de la personalidad, darán a un juez apoyo y calidad moral para actuar sin apartarse del recto camino de la razón.
10.Ser Justo: Entre los múltiples atributos que contribuyen a la honorabilidad de un juez, están los de cumplir invariablemente las normas de imparcialidad, probidad y ecuanimidad, otorgándole, sin prejuicios, a cada cual, lo que por derecho le pertenece.
*Este decálogo fue elaborado por el profesor José Silié Gatón y entregado a
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